Calma mi alma

Publicado el 14 de septiembre de 2024, 4:44

El Señor está de mi parte; no temeré.” Salmo 118:6

La razón de por qué tenemos algún derecho a hacer esta afirmación, que de otro modo sería atrevida, se establece en Romanos 8:31-32 allí el apóstol Pablo dice: “¿Qué, pues, diremos a estas cosas? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a Su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con Él todas las cosas?” En el torbellino del dolor, podemos preguntarnos: “¿Todas las cosas? Entonces, ¿por qué Dios no libró a mi ser querido de la muerte y a mí de tal angustia de separación? ¿Por qué el dolor de esta enfermedad? A lo que el Espíritu Santo con gracia, esperanza y ternura responde: “Claro que no, a pesar de todas estas cosas, nuestra victoria es absoluta por medio de Cristo, quien nos amó. Y estoy convencido que nada podrá jamás separarnos del amor de Dios. Ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni demonios, ni nuestros temores de hoy ni nuestras preocupaciones de mañana. Ni siquiera los poderes del infierno pueden separarnos del amor de Dios” (Romanos 8:37-39 NTV)

Cuando el Padre no perdonó a Su Hijo por nosotros, compró para nosotros una gran promesa: libertad de la maldición de vivir con el conocimiento del bien y del mal, el conocimiento que insistimos en tener, mientras carecíamos de la capacidad para comprenderlo o administrarlo. Los propósitos de Dios al permitir que el mal cause estragos tan dolorosos están en gran parte envueltos en misterio, y por lo tanto pueden parecer sin sentido para nosotros, pero no es así. Porque Jesús vino a deshacer todos los efectos de la maldición. Primero, vino al mundo para deshacer la maldición de la muerte (Génesis 3:19) Y entonces, cuando finalmente experimentemos la vida libre del pecado y más allá de la amenaza de la muerte, se nos dará un conocimiento más maravilloso que el que buscamos en el fruto del Edén: conoceremos plenamente, así como hemos sido plenamente conocidos (1 Corintios 3:12). Alma mía, quédate en paz: tu fiel Señor pronto hará brillar por fin todo lo que ahora encuentras sin propósito.

Cuando la espada del dolor ha traspasado nuestros corazones por causa de una pérdida dolorosa e irreparable, Jesús puede devolver de Su propia plenitud todo lo que quita “Jehová dio, y Jehová quitó; bendito sea el nombre del Señor” (Job 1:21) Dios ha prometido que incluso las pérdidas más severas algún día parecerán “una leve aflicción momentánea” en comparación con el “eterno peso de gloria” que producen (2 Corintios 4:17). Para quienes han puesto su confianza en Cristo y han nacido de nuevo la leve tribulación es por un momento y aún a pesar de ella podemos mirar hacia adelante, a un peso de gloria más grande y eterno. De algo puedes estar segura alma mía, tu fiel Señor nunca se apartará y pagará de Su propia plenitud mucho más de lo que Él se ha llevado.

Se acerca la hora en que estaremos para siempre con el Señor. Cuando la desilusión, el dolor y el miedo se irán, el dolor se olvidará, las alegrías más puras del amor se restaurarán. Quédate quieta, alma mía: cuando todo haya pasado todos a salvo y bendecidos nos encontraremos por fin. “Viene un día en que 'siempre estaremos con el Señor'”. Aquí está la “esperanza bienaventurada” de cada cristiano (Tito 2:13) la razón por la cual Jesús es para nosotros “la resurrección y la vida” (Juan 11:25).  Alma mía, quédate en paz: pronto seremos reunidos, seguros y benditos, en Su presencia, donde Su pleno gozo será nuestro pleno gozo, y donde todo lo que le agrada a Él será todo lo que nos complazca a nosotros para siempre (Salmo 16:11)

Oración: cuán preciosas oh Señor son a mi alma todas tus promesas, ninguna cosa temporal puede ahogar la esperanza con la que nutres día a día mi corazón. Te alabo oh Padre eterno, alabo tu sabiduría cuan preciosos son oh Dios tus pensamientos… Perdona oh Señor mi juicio apresurado en mis circunstancias, perdona oh Padre todas las ocasiones en que he permitido que la sombra de lo temporal opaque la gloria de lo eterno, ten misericordia de mí… dame ojos que puedan contemplar la grandeza del tesoro que me ofreces en Cristo y corazón que pueda apreciarlo tanto como tú lo haces. Amén

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Comentarios

Yamileth
hace un mes

Amén,amén mi señor, en tu palabra esperamos.

Shirley García
hace un mes

Amén 🙏🙏🙏