La mejor manera de aferrarnos a Él

Publicado el 4 de agosto de 2024, 4:42

En nuestra vida de oración, necesitamos un conocimiento experiencial de las riquezas de la gracia, en la persona y la obra de Cristo, de la gloria del amor electivo y adoptivo del Padre, y del consuelo de la comunión con Dios por medio del Espíritu Santo que mora en nosotros.

Así que, en nuestras oraciones, cuando nos aferramos a Dios, no sólo oramos por los beneficios de Dios, oramos por Dios mismo: lo necesitamos, Lo necesitamos para nuestras propias almas. Necesitamos que Él sea nuestro deleite. Necesitamos la intimidad y la dependencia de Dios. Y luego, cuando llegamos a convivir con las demás personas desde la privacidad del aposento interior de la intimidad y la dependencia, ellos podrán saborear el sabor salado de nuestras vidas que provocará en ellos el deseo de beber del agua viva que es Cristo, ese es nuestro ministerio como sal de la tierra. Aquellos que son ministrados por nuestras vidas rara vez se elevaran por encima de la santidad que hay en nosotros. Cada día llevamos a nuestros hijos, parientes, compañeros laborales y vecinos la palabra de Dios, que está impregnada de una relación íntima y dependiente que forjamos por la gracia de Dios, cuando nos aferramos a Él, sólo de este modo ellos podrán comenzar a entender de qué se trata la oración devota y comenzarán a imitar eso, a buscarlo, a desearlo y a crecer en ello.

Por último, cree que Dios responde a la oración. Esa es la mejor manera de aferrarnos a Él. La oración sin fe es una oración sin fruto. Cuando no confiamos en Dios, arruinamos todo. Así que, hermanos, permítanme terminar dándoles una conclusión alentadora y de advertencia. Alexander White dijo una vez: “Si quieren humillar a un hombre, pregúntenle acerca de su vida de oración”. Creo que es verdad. La oración es una tarea difícil y exigente. A veces nos ponemos de rodillas y nos levantamos, y sabemos que no hemos orado verdaderamente. Y nos encontramos volviendo a arrodillarnos con una firme resolución “voy a orar hasta que Dios me escuche”. Y clamamos de nuevo. En otras ocasiones, parece que en el momento en que doblas tus rodillas, tienes contacto con Dios y puedes orar con libertad y puedes desahogarte y puedes contarle todo. Puedes decirle lo maravilloso que es Él, decirle lo que necesitas y suplicarle por Sus misericordias para tu vida, para tu familia, para la iglesia, y es glorioso y no lo cambiarías por nada del mundo. Y luego, en la oración, conoces el amor de Cristo que sobrepasa todo conocimiento y eres lleno de toda la plenitud de Dios.

Bueno, mi objetivo en este discurso no es desanimarte, pero quiero terminar con esta advertencia: no te desesperes, no importa cuán mala sea tu vida de oración en este momento. Y no te fijes estándares de hombres de oración que quizás en estos días hemos mencionado exigiéndote llegar a donde ellos llegaron para entonces estar seguro de que estas orando en tu oración. No hagas eso, pero permite que su ejemplo te anime y desafié, deja que te convenzan de que hay más. Deja que te convenzan de que puedes tener una vida más cercana a Dios. Es como leer una buena biografía. Si la lees y te comparas con ella, te deprimirás… Pero si la lees y dices: “Hay más que saber acerca de Dios, hay una vida más cercana con Dios, hay una vida más rica”, puede conmoverte. Así que pídele a Dios que te haga un Elías que ora, que sabe lo que significa luchar contra la incredulidad y la desesperación, al mismo tiempo que te esfuerzas por crecer en la oración y la comunión agradecida con Dios. Me parece muy interesante que Santiago presente a Elías como alguien realmente muy parecido nosotros. Oraba en su oración, pero también podía desesperarse en su desesperación.

Eso es lo que necesitamos, no sólo que nos reprendan por nuestra falta de oración, no sólo que nos aplasten con las incesantes e insaciables demandas de orar durante dos horas, sino que lo que necesitamos es orar por nuestra propia vida de oración, orar por la gracia para creer, y estar agradecidos de que Dios escucha la oración, decreta la oración, da la oración y responde la oración. Ora para ser un Elías que verdaderamente ora en sus oraciones al Dios trino Todopoderoso de la gracia asombrosa, ese Dios que siempre es digno de ser servido y adorado y amado y temido y al que se le ora, para que tú también estés preparado para esa gran eternidad, donde todas Sus oraciones se convertirán en alabanza eterna. Amén.

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Comentarios

Shirley García
hace 3 meses

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