La fortaleza de nuestras vidas

Publicado el 11 de agosto de 2024, 3:29

¿Es Él la fortaleza de tu vida? ¿Es en Él donde está toda tu confianza? ¿Puedes mirar atrás en tu vida y decir: “Dios, siempre has estado ahí para mí. Me has ayudado a pasar por tantas situaciones. No hay nada a lo que deba temer”. Descubrí que, en ocasiones, otras cosas se han convertido en mi fortaleza. Situaciones en que a pesar de las circunstancias mi corazón ha sentido paz porque… tengo recursos económicos para sortear la dificultad, tengo de mi lado a una persona influyente que me va a ayudar, tengo el conocimiento y la experiencia para hacerlo, tengo una fuente de ingresos estable, etc.  Otras cosas se convierten en nuestra fortaleza en lugar de Dios mismo. Lastimosamente todos hemos pecado del mismo modo en este aspecto, hemos estado en situaciones en las que nos hemos vuelto dependientes y nuestra fortaleza ha estado en otras cosas, nuestro entusiasmo ha estado en otras cosas. Son cosas buenas, cosas agradables, cosas que me alientan… pero es pecaminoso que tomen el lugar de Dios para traer paz a nuestras almas.

Hay una seguridad cuando miras hacia atrás en la vida y piensas: “Dios, me ayudaste a pasar por eso, así que ¿de qué voy a tener miedo? Tú eres la fortaleza de mi vida. Tú eres mi salvación ¿A quién temeré? El Salmo 27:2 Dice: “Cuando me asaltan los malignos para devorar mis carnes, mis adversarios y mis enemigos, ellos son los que tropiezan y caen” el salmista está diciendo: “¿La gente quiere tratar de destrozarme? Ellos son los que lo van a conseguir ser destruidos”. Es ese tipo de actitud de “adelante, ¿Vas a venir en mi contra? Adelante. Ven en mi contra, pero va a ser ridículo, porque mi Dios está conmigo, estoy al abrigo del Dios omnipotente. No puedes hacerme nada. Tengo a mi Dios. Él siempre me ha cuidado, incluso en medio del valle de sombra de muerte Él está conmigo y por mí” por ello, aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón; aunque contra mí se levante guerra, yo estaré confiado” (Salmo 27:3)

Es en ese contexto de persecución y angustia que el salmista dice: “Una cosa he pedido al Señor”. ¿Por qué estoy tan confiado en medio de todas mis circunstancias? Es por la única cosa que sigo pidiendo al Señor, que en Su gracia Él me conceda la fidelidad para estar en Su presencia… no me preocupan mis circunstancias me inquieta la posibilidad de que ellas puedan llegar a alejarme de mi Señor. Por ello, ¡Oh Señor concédeme poder para permanecer fiel a ti no por causa de mis circunstancias sino a pesar de todas ellas! que habite yo en tus atrios, porque hay seguridad allí. Mientras mi alma este absorta por la belleza de mi Señor Él no va a permitir que nada que no sirva para bien de mi vida y para gloria de Su nombre acontezca conmigo. Estoy en la presencia de Dios, toda mi vida está rendida a Él como un sacrificio de grato olor que perfuma Sus atrios… cada situación de mi día a día desde lo más cotidiano a lo más inusual, desde lo más pequeño a lo más grande… no hay nada que yo viva que no esté destinado a ser usado como una oportunidad para honrar al Único Dios Verdadero que tiene extasiada mi alma con Su belleza. Entonces, ¿Cómo podría mi enemigo prevalecer contra mi si estoy viviendo de este modo? Con toda certeza será avergonzado, porque incluso sus mejores esfuerzos para hacerme mal estarán al servicio de mi Dios que todo lo encamina a bien (Génesis 50:20)… Entonces ¿Entiendes por qué el salmista ruega “Señor, solo déjame morar contigo” ? ¿Entiendes por qué este también debería ser tu ruego?

Es sencillo, ¿no? Él solo dice: “Dios, solo necesito estar contigo y todo estará bien”. Es simple, pero ¿ves lo obvio que es? Bueno, por supuesto. Si creo que solo hay un Ser soberano, sí creo que hay un Ser que está a cargo de todo, el único gobernante, el único soberano, entonces ¿no es obvio que mientras esté cerca de Él, permaneciendo en Él, eso es todo lo que realmente necesito hacer? El fruto vendrá, la protección vendrá… todo lo demás sucederá (Mateo 6:33). Es obvio, pero se necesita fe verdadera y esta es mucho más que un reconocimiento intelectual de que todo lo dicho hasta ahora es verdad… es una verdadera confianza infundida por el Espíritu Santo en nuestro corazón por medio del Evangelio, pero para que el Espíritu Santo pueda provocar esto en nosotros es necesario que hayamos nacido de nuevo (Juan 3:3) ¿Has nacido de nuevo? ¿Está en tu corazón ese testimonio fehaciente del Espíritu? Creer con la mente sin haber nacido de nuevo no hará que nada de lo que hemos dicho sea una realidad en nuestras vidas.

Valoración: 5 estrellas
8 votos

Añadir comentario

Comentarios

Yamileth
hace 2 meses

Amén gloria a Dios. Ayudanos a tener fé para creerte cada Día.

Shirley García
hace 2 meses

🙏🙏🙏