Hagas lo que hagas, atesora a Dios

Publicado el 19 de agosto de 2024, 4:53

Entonces, ya sea que coman, que beban, o que hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios” 1 Corintios 10:31

En otras palabras, vive y actúa de tal manera que sea evidente para Dios que tu intención detrás de todo lo que haces es que Él se vea glorioso… tu propósito no es impresionar ni agradar a los hombres, tu propósito es honrar a Dios. Para ello es necesario estar satisfecho en Él por encima de todas las posibilidades humanas de felicidad, es decir que lo hagas ver más valioso que cualquier otra cosa en tu vida. Eso es lo que significa: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre” (Mateo 6:9) Es una oración, es decir es una petición y no una aclamación. Santificado sea tu nombre es: que tu nombre sea santificado, reverenciado como santo, reverenciado como trascendentalmente puro… en voz de RC Sproul: “Venerado como infinitamente valioso, venerado como supremamente satisfactorio” oh Señor, que esto suceda aquí mismo hoy conmigo, con tu iglesia y en las naciones. Dios, por favor Señor haz que se valore tu nombre, que se atesore tu nombre.  Por favor ven y hazlo. Amén. Eso es lo que oramos en la primera petición del Padre Nuestro. Se trata de la majestad y gloria de Su nombre siendo abrazado, amado, atesorado, reverenciado, honrado y alabado para que el mundo nos vea a nosotros los vasos de misericordia y diga: “Tu Dios debe ser asombroso”.  Así que en voz de Pedro: “Que el que sirve sirva por el poder que Dios da, para que en todo Dios sea glorificado por medio de Jesucristo. A Él pertenecen la gloria y el dominio por los siglos de los siglos. Amén” (1 Pedro 4:11).

Así que la implicación de esta primera cosa grandiosa que debemos conocer y honrar es: Si Dios es —“YO SOY”— y si creó el universo para exhibir las riquezas de Su gloria, para los vasos de misericordia, para que el valor infinito de Su gloria pueda ser obvio en nuestras vidas, entonces el propósito de mi vida ya está definido para mí. ¿Sabes? hay una diferencia entre el propósito y el logro, y puede que uno diste mucho del otro. Quiero decir, todos los días fracaso en el ejercicio de este mi propósito y cada persona que me conoce tiene un juicio de valor distinto del cumplimiento de este propósito: mi conyugue conoce a una persona, mis hijos conocen a otra persona, mis hermanos en la iglesia local donde congrego cada uno conoce a una persona distinta de mí mismo… y es grandioso lo que Dios dice por medio de Pablo: “No juzguéis antes de tiempo” (1 Corintios 4:5). Ni siquiera me juzgo a mí mismo. El Señor juzgará la diferencia entre el propósito y el logro en ese día cuando saque a la luz las cosas secretas del corazón de cada uno de nosotros. Ese será un día de regocijo y temblor. ¿Conozco mi propio corazón? No lo sé. Conozco algunas cosas y confío en mi misericordioso Salvador para el resto, lo que me lleva a la segunda cosa grandiosa que es necesario que conozcamos si queremos vivir vidas que no se desperdician y que marcan una gran diferencia, esa segunda cosa es: descubrir que hay un obstáculo enorme entre el propósito de Dios y mi capacidad para unirme a Él en Su propósito, es decir, que lo atesore tanto que la forma en que viva y muera refleje lo sumamente valioso que es, y el obstáculo es que por naturaleza odio a Dios. Quiero ser Dios, no quiero vivir para nadie más. La abnegación no está en mi naturaleza… No quiero que nadie me diga lo que me puede gustar y lo que no, lo que puedo hacer y lo que no, lo que puedo amar y lo que no. Ese es un obstáculo bastante grande y de él aprenderemos en una próxima entrada. Bendiciones

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Comentarios

Shirley García
hace 2 meses

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