La cúspide de la gloria de Dios

Publicado el 20 de agosto de 2024, 3:07

Entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás” Efesios 2:3

Para vivir vidas que no se desperdicien y que marcan una diferencia hasta la eternidad es necesario descubrir que hay un obstáculo enorme entre el propósito de Dios y mi capacidad para unirme a Él en Su propósito, es decir, que lo atesore tanto que la forma en que viva y muera refleje lo sumamente valioso que es Él, y el obstáculo es que por naturaleza el amor hacia Dios no está en mí. Ese es un obstáculo bastante grande y tiene otra parte: mi naturaleza provoca la ira de Dios contra mí. Entonces, ¿cómo se logrará el propósito de Dios si todos somos por naturaleza hijos de ira, lo cual Pablo dice explícitamente en Efesios 2:3?

Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado, no solo se convierte en el medio para que yo vea y disfrute de la gloria de Dios, sino que, en el mismo acto de superar estos obstáculos, se convierte en la cima de la gloria que yo no podía ver y disfrutar. Jesucristo entra al mundo como el Dios-hombre y hace algo que cubre y conquista mi depravación, absorbe la ira de Dios para que ahora pueda ver y disfrutar aquello para lo que el hombre fue diseñado antes de la caída en el Edén. La cúspide de las riquezas de la gloria de Su gracia es Jesucristo crucificado por pecadores como yo para satisfacer la ira de Dios, cubrir mi depravación, conquistar mi pecado y permitirme ver la gloria del Único Dios Verdadero. El propósito de Dios era mostrar Su gloria: La cúspide de esa gloria es Su gracia. La cúspide de la manifestación de la gracia es Jesucristo y la cúspide, el momento culminante de la revelación de la gloria de la gracia en Cristo, fue su muerte por pecadores como yo. ¿Qué hizo? Él se convirtió en maldición por mí (Gálatas 3:13). Él llevó la condenación de mi pecado (Romanos 8:13). Dios “al que no conoció pecado, por nosotros fue hecho pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él” (2 Corintios 5:21). Así que mi culpa le es acreditada a Él y Su justicia me es acreditada a mí. Ahora estoy libre de la ira de Dios y libre de la culpa de mi pecado. Y debido a todo eso, la soberanía de Dios entra en acción detrás de todas las promesas del nuevo pacto para los que creen en Cristo.

¿Y sabes cuáles son?Pondré mi temor en sus corazones, para que no se aparten de mí” (Jeremías 32:40). La fe y el arrepentimiento se dan libremente (Efesios 2:8; 2 Timoteo 2:25). Venir a Cristo y nacer de nuevo es posible (Juan 6:44; 3:8). lo que significa que mi depravación, mi muerte, mi ceguera, mi desagrado por Dios y mi odio hacia Él se han ido. ¿Qué puedo ver ahora si Él quitó todos los obstáculos de la ira y todos los obstáculos de la culpa y el pecado y luego ha estado venciendo mi depravación por el don de la fe, el don del arrepentimiento y el don del nuevo nacimiento? ¿Qué puedo ver ahora? Dice 2 Corintios 4:4: “La luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios”. Resumo lo dicho: entre el propósito de Dios de ser conocido y valorado por encima de todas las cosas y el hecho de que yo pueda hacerlo, hay un obstáculo enorme de depravación e ira. Dios envío a Jesucristo al mundo y, al cubrir y conquistar mi depravación y absorber la ira de Dios, Él se convierte en la cima de la gloria que ahora por Su gracia puedo ver y atesorar.

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