Nuestros cuerpos mueren, pero nosotros no

Publicado el 28 de agosto de 2024, 3:03

“De cierto, de cierto os digo, que el que guarda mi palabra, nunca verá la muerte” Juan 8:51

Consideremos lo que está sucediendo mientras Jesús da esta promesa. Es algo trágico de ver: Su propia gente lo está llamando endemoniado ¿Por qué es importante que detallemos en ello? Porque es está oposición la que resalta la grandeza de quién es Jesús. Ellos exigen que Él lo diga y por ello en el verso 53 dice: “¿Quién crees que eres?” Y la respuesta a esta pregunta es la que lleva a esta historia a un fin bastante acalorado, porque toman piedras –su forma de pena capital por blasfemia (Levítico 24:16)- y Jesús se escondió y huyo, porque Su hora aún no había llegado, y la lapidación no era la forma en que debía morir.

Tomemos, pues, dos de las grandes realidades de este texto —la deidad de Jesús y la inmortalidad de Sus seguidores— y analicemos la asombrosa implicación para nuestras vidas. El texto comienza con oposición porque el conflicto en la primera parte del capítulo ya ha sido intenso. En el versículo 47 Jesús dice: “El que es de Dios escucha las palabras de Dios. Por eso vosotros no las escucháis, porque no sois de Dios”. Ellos ya se habían mostrado sordos al sentido de las palabras de Jesús y por eso Sus palabras sólo les ofenden. De esta manera llegamos al contexto más cercano de nuestro pasaje del versículo 48 – 59. A lo que Cristo acaba de decir en el verso 47 ellos responden: “¿No decimos con razón que tú eres samaritano y que tienes un demonio?” Los judíos despreciaban a los samaritanos y a los mestizos que se habían casado con gentiles seis siglos antes y ahora seguían su propia versión de la religión del Antiguo Testamento. Llamar a Jesús samaritano era una especie de insulto racial y era una insinuación de que su verdadero padre era desconocido. Y para dejar en claro el insulto, dijeron que tenía un demonio.

“Guarda las palabras de Jesús, atesóralas, permanece en ellas, y nunca verás la muerte”

 

Pero Jesús les responde en los versículos 49-50: “Yo no tengo demonio, sino que honro a mi Padre, y vosotros me deshonráis. Sin embargo, yo no busco mi propia gloria; hay Uno que la busca, y Él es el juez”. Jesús dice, en efecto, no necesito defenderme, porque Dios Padre busca mi gloria. En otras palabras, si me deshonráis, en lugar de glorificarme, os ponéis en contra de Dios. Si os oponéis a mí, os oponéis a Aquel que está comprometido a honrarme. Y luego dice: “No queráis hacer eso porque Dios es quien juzga” (v. 50). En otras palabras, lo que está en juego en la manera en que respondemos a Jesús es lo más importante: Dios Todopoderoso defiende Su gloria. Y cuando llegue el juicio final, el criterio en ese juicio será la gloria de Jesús: ¿qué hicimos con Jesús? ¿qué hicimos con la gloria de Jesús? si nos alejamos de Él o nos volvemos contra Él, Dios Padre será nuestro juez. Así que los versículos 49 y 50 de Juan 8 son una advertencia. Y así es como llegamos al texto de hoy en el verso 51. Ellos están blasfemando contra Jesús, están en peligro del juicio de Dios y Él una vez más les ofrece el regalo de la salvación. Ahora bien, esa es una promesa notable. Es asombrosa porque Él no dice: “Si alguno guarda mi palabra, nunca morirá”. Él dice: “Si alguno guarda mi palabra, nunca verá la muerte”. ¿Qué significa eso?

Este Evangelio termina con la muerte y la resurrección de Jesús. Y la muerte de Jesús se explica como la sustitución de pecadores como estos adversarios, y como nosotros. “Yo pongo mi vida por las ovejas” (Juan 10:15 ; 11:52 ; 1:29). Así que guardar la palabra de Jesús es recibir las palabras que Él habla acerca de Sí mismo, de Su Padre y de Su obra de salvación a través de Su muerte y resurrección. Guarda esas palabras, créelas, atesóralas, permanece en ellas, vive en ellas, sé transformado por ellas… Y nunca verás la muerte. La muerte está a nuestro alrededor, sin duda alguna moriremos. Sin importar cuan gloriosa haya sido tu carrera… morirás. ¿O no lo haces tú? “De cierto, de cierto os digo que el que guarda mi palabra, no verá muerte jamás”. Nunca probará la muerte…  Jesús dijo posterior a esto, frente a la tumba de Lázaro: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en míaunque muera, vivirá; y todo aquel que vive y cree en míno morirá eternamente”. Sí, morimos: “Aunque muera, vivirá”. No, no morimos: “Todo aquel que vive y cree en mí, no morirá jamás”. El cuerpo de Lázaro yacía muerto en la tumba. Pero Lázaro no estaba muerto. Su cuerpo estaba muerto. Pero él no estaba muerto. No había muerto. Aún más importante es la manera en que Jesús lo dice en Juan 5:24: “De cierto, de cierto os digo: el que oye mi palabra, y cree al que me enviótiene vida eterna. No vendrá a condenación, sino que ha pasado de muerte a vida”. Los creyentes en Jesús ya han pasado de muerte a vida. Ahora ya tienen una vida eterna. La vida eterna no puede —no puede por definición— terminar. Los creyentes no ven la muerte, no prueban la muerte… Nuestros cuerpos mueren, pero nosotros no.

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Comentarios

Shirley García
hace 2 meses

Amén 🙏🙏🙏