La batalla que puede destruirte

Publicado el 27 de septiembre de 2024, 4:23

Más vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios” 1 Pedro 2:9

Siendo que todos nacimos en la misma situación: destinados a desobediencia. Que por causa de la obra de Cristo las palabras de Pedro nos describan a nosotros es maravilloso, que estas características nos hayan sido atribuidas tiene una razón y es lo que sigue de este pasaje: “para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a Su luz admirable.” Somos todo lo que Pedro ha dicho para que nuestras vidas proclamen que Aquel que nos llamó de las tinieblas es incomparable. Ahora Pedro ha dicho antes en los versos 10 y 11 “En otro tiempo ustedes no eran pueblo, pero ahora son pueblo de Dios; en otro tiempo no habían alcanzado misericordia, pero ahora han alcanzado misericordia. Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma los deseos hasta que se vinculan a algo, son neutrales, somos una fábrica de deseos, y el que vayamos al cielo o al infierno depende si los deseos que se producen en nosotros están de acuerdo con Cristo y Su evangelio o son deseos que están de acuerdo con el mundo y son contrarios a Dios. La Palabra reiteradamente nos exhorta a no proveer para los deseos de la carne, porque ellos batallan contra nuestras almas y se proponen destruirla.

¿Cómo pueden hacer esto? Los deseos carnales matan tu alma haciéndote ciego a la luz admirable y manteniéndonos en tinieblas. En Efesios 4:22 Pablo dice que “el viejo hombre está viciado conforme a los deseos engañosos” un deseo engañoso es un deseo que te miente ¿Qué te dice? Te está diciendo que, si miras pornografía, cometes adulterio, robas, engañas, defraudas serás más feliz, estarás más satisfecho con tu vida: la vida será mejor y eso es una mentira. Todo pecado emerge de un deseo engañoso, somos engañados para que permanezcamos en tinieblas y no podamos ver la luz ni conocer la verdad. Es como lo dijo Cristo en la parábola del sembrador (Mateo 18:22), el tercer terreno aquel que recibe la semilla y que a pesar de que en él no hay piedras tampoco fructifica porque en él se esconden espinos que ahogan la Palabra ¿Qué son esos espinos? Son deseos: los afanes de la vida, el deseo de riquezas… el anhelo por otras cosas más que por Cristo. Entonces, los deseos que sentimos por otras cosas ahogan la Palabra.

¿Qué significa que la Palabra sea ahogada? Vas a la iglesia, lo que escuchas te llega a corazón y recibes con gozo lo que se ha predicado… pero al salir y regresar a la cotidianidad rápidamente te sientes abrumado por el deseo de “avanzar” en la vida, o complacerte en un acto sexual ilícito o quizás algo que es lícito te atrapa al punto de convertirte en su esclavo… ese deseo poco a poco te ciega convenciéndote que lo que oíste no es la verdad, que el deleite no está allí y poco a poco te seduce a adentrarte más y más en la oscuridad. Esa es la guerra contra tu alma: “quiero un poco más de comodidad, quiero un poco más de seguridad, quiero un poco más de poder o libertad…” si tuviera un poco más, pero ¿Cuánto es suficiente para estar satisfecho? si Cristo no es suficiente para ti ahora, ni si ganas el mundo entero estarás satisfecho. El peligro es que poco a poco te irás quedando ciego. Los impulsos espirituales se irán desvaneciendo en la medida en que validamos las mentiras de los deseos carnales como verdades que afirmamos y obedecemos. Poco a poco morirás a la luz, ya no podrás verla como admirable, se volverá ofensiva para ti y tu modo de vida. La luz te hará sentir frustrado, ya no puedes ver porque estás ciego por causa de tus deseos, esos deseos que son engañosos te han segado para que no puedas ver la maravillosa luz del Evangelio y vivas esclavo de ellos.

Oración: Oh Señor es tan fácil deslizarnos sin darnos cuenta, hay tantas cosas que son lícitas que intentan persuadirnos que nos convienen mucho más que atesorarte a ti por encima de todo. Oh Señor somos tan naturalmente propensos a complacer nuestra carne en sus apetitos naturales, damos tanta importancia a estos apetitos a punto de ser engañados por ellos. Padre ten misericordia de tu Iglesia, oh Señor concédenos el poder ser hallados por ti sin haber manchado nuestras vestiduras… Oh Dios dame un corazón que te atesore, un corazón cuyo anhelo y deleite seas tú, para que nada que sea temporal me pueda persuadir a codiciarlo más de lo que te ansío a ti. Amén

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Comentarios

Shirley García
hace 20 días

Amén 🙏🙏🙏

Yamileth
hace 20 días

Amén, Ayudanos señor.

Yesse
hace 20 días

Amén