Decisiones que te definen

Publicado el 30 de marzo de 2025, 3:30

“Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor” Filipenses 3:8

Cuando decimos que debemos considerar todas las cosas como pérdida, nos encontramos frente a una invitación radical a reordenar nuestras prioridades. Imaginen que elijamos en cada situación que se nos presenta. No siempre nos enfrentaremos a decisiones de vida o muerte, aun así, todas las ocasiones en que debemos elegir son cruciales ¿Qué decir de nuestro empleo, de nuestros amigos más cercanos, incluso de nuestras propias vidas? La Palabra nos recuerda que la misericordia del Señor es mejor que la vida (Salmos 63:3). Esta perspectiva debe llevarnos a reflexionar: si tuviéramos que hacer una elección entre cualquier cosa del mundo y Cristo, ¿cuál sería nuestra respuesta? Que nuestra vocación diaria sea una constante afirmación de que, sin titubeos, Cristo es nuestro mayor tesoro.

Hermanos, no se trata de vivir como monjes apartados, sino de participar en el mundo de modo que cada deleite, cada actividad, nos acerque más a nuestro Salvador. ¿Cómo utilizas el tiempo que pasas con el entretenimiento? Al ver videos o utilizar redes sociales, debemos preguntarnos: “¿Me acerca esto a Cristo, o me aleja de Su comunión?” Si una fuente de entretenimiento amenaza con oscurecer la luz de Jesús en nuestra vida, debemos tener la valentía de renunciar a ello. Es triste ver cómo muchos cristianos se entregan sin discernimiento a la cultura del entretenimiento, como si todo lo que se proyecta en la pantalla estuviera aprobado. No se trata de ser legalistas, sino de vivir con integridad. ¿Estamos dispuestos a sacrificar un momento de entretenimiento por la gloria de Cristo? La realidad es que, si no podemos renunciar a lo efímero para disfrutar de una relación más profunda con Él, ¿cómo enfrentaremos tiempos de dificultad y de prueba? En resumen, usemos cada cosa para enriquecer nuestro deleite en Cristo, y si algo no contribuye a ese deleite, entonces, dejémoslo a un lado.

Considerar todo como pérdida implica que nuestro testimonio en el mundo debe ser claro: el mundo no es nuestro tesoro. Esto se traduce en cómo utilizamos nuestras posesiones y cómo establecemos nuestras relaciones. ¿Usamos todo lo que tenemos de tal manera que otros puedan ver que nuestros corazones están firmemente anclados en Cristo? No está mal poseer bienes, disfrutar de las cosas de este mundo, pero nada de esto debe ocupar el lugar que sólo le pertenece a nuestro Señor. Que la manera en que usamos nuestros recursos y nuestro tiempo refleje que Cristo es nuestro verdadero tesoro. Si tuvieras que elegir entre lo que posees y la presencia de Cristo, ¿cuál sería tu elección? Que nuestra vida manifieste que, sin dudarlo, lo elegiríamos a Él una y otra vez.

Finalmente, estimados hermanos, reflexionemos sobre lo que significa perder. Estimar todas las cosas como pérdida nos prepara para lo inevitable: las pruebas, las pérdidas, el sufrimiento. A veces, el mundo nos arrebata lo que consideramos valioso: una carrera, una relación, la salud o incluso la vida misma. Sin embargo, si nuestra satisfacción y gozo están fundamentados en Cristo, esas pérdidas no destruirán nuestro gozo. Cuando Cristo es nuestro todo, no importa lo que se nos arranque; aun si llegamos a perder todo, nuestro gozo permanecerá intacto.

La belleza de nuestra fe radica en que, aun en la adversidad, podemos declarar que Cristo es suficiente y que en Él encontramos la plenitud que el mundo nunca podrá ofrecer. Hermanos, que esta verdad resuene en nuestros corazones hoy y siempre. Que nuestras vidas reflejen esta convicción a cada paso que damos: Elegimos a Cristo, y por Él estamos dispuestos a renunciar a todo lo demás.

Oración: Señor cuán distante está nuestra percepción de lo que es amarte en comparación con lo que los primeros creyentes entendió acerca del amor hacia ti, cuán viciado está nuestro egoísta corazón que  se centra sólo en complacerse a sí mismo y da por sentado que al estar complacido Tú también lo estás, oh Dios perdona nuestra maldad, perdona nuestra dureza y obra sobrenaturalmente en nosotros Tu iglesia para que podamos hallar placer y deleite SÓLO en ti y que no estemos dispuestos a renunciar a Ti por NADA de esta vida. Amén

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